martes, diciembre 11, 2007

Celosa compañera

La niebla nos pone en nuestro sitio, omnipresente igualador y separador. Yo y mi mundo, ella, el resto. Blancura inmensa que limita mi percepción de la realidad haciendo que aquello que va más allá de la blancura solo sea cognoscible si me desplazo y lo descubro, o a través de las palabras equivocadas de aquellos que me cuenta que hay más allá de lo blanco.

Soledad provocada, la niebla es a la vez cruel y compañera pues también está ahí cuando la necesito, me oculta aquello que no quiere ser percibido. Se apiada de mi visión, mi mente y mi alma dejándolas intactas ante la adversidad, ante la marea de acontecimientos hirientes que suceden a mi alrededor.

La niebla, cruel aliada, fiel compañera y amante. Aparece y desaparece sin avisar, sin ser llamada y sin ser percibida, pues de tan astuta qué es se oculta a sí misma en su propia niebla de tal forma que soy incapaz de percibir que está ahí.

Mi dulce amiga. Mi eterna enemiga.